15 DIAS EN EL VALLE DEL SATLUJ


El Himalaya.

Habíamos pensado tantas veces en la India, que se nos olvido imaginar las cosas importantes.


Llovía en Shimla, la capital de verano del Raj. Al fondo apenas se divisaban los picos del Himalaya, mientras sobre la ciudad caía un manto de agua helada.

El día anterior habíamos llegado desde Sri Lanka, mas de 4000 kilómetros hacia el ecuador, sin imaginar que las montañas no tienen el mismo clima que las playas…
Y allí estábamos con un pantalón de algodón del rastro y apenas 2 horas para comprar la ropa necesaria para no morirnos de frío cuando nos internásemos en las montañas…

Unos calzoncillos largos de raya diplomática, un gorro de lana de yak, calcetines y guantes, una cazadora “made in Pakistán”, una vara de avellano, y papel higiénico, mucho papel higiénico.


- “Bueno, estamos en abril. No nieva ni de coña”.
- “Como va a nevar en abril en el Himalaya…”

Esa madrugada cayó una nevada tremenda en Narkanda, la aldea donde habíamos hecho noche. Luego seguimos el curso profundo del Satluj camino del Tíbet. Kingal, Sainj, Nirath, Rampur, corriendo por una carretera de vértigo en un viejo Tata desvencijado. Nuestro destino, el idílico y perdido valle de Sangla.


Durante esos 15 días comprendimos que un yak no es igual que una vaquilla, que el clima del trópico no se asemeja al de las cumbres, que en abril “si” nieva en el Himalaya, o que no cambiarse de ropa ni lavarse durante 2 semanas no afecta para nada al cuerpo ni al buen humor.

Gastronómicamente fue un viaje apasionante… “We can loss our life trough the ass” dijo Borja la primera vez que bebió agua del caño y probó samosas amasadas con los pies.


Era el norte de la India, así que durante días comimos la dieta de las montañas. Pan, patatas, lentejas y coliflor. Dieta que al día siguiente se trocaba milagrosamente en coliflor, lentejas, pan y patatas…


Según nos acercábamos al Tíbet la influencia china se acentuaba, así que todo se enriquecía con Tupka, la sopa tibetana de noodles, momos o arroz frito. Y al atardecer, en cualquier barcito, un té-sopa con mantequilla de yak y sal.

Pero lo verdaderamente importante es que, gracias a la “ganja”, aprendí el secreto de cocinar chapattis…

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