EL PUEBLO QUE AMABA SUS CONSERVAS



Foto; 3 trocines de pescado que sobraron ayer.

Escribo este post desde el cariño más profundo. Y desde el inmenso respeto que me producen los camboyanos. Pueblo majo, sufrido y trabajador, y a la vez cariñoso y abierto.


Hay una cosa que me sorprende de ellos, su amor por conservar toda la comida sobrante. Con un fervor que me produce una ternura increíble.




Foto; Los plátanos y su familia.

Desde luego aquí se ha pasado mucha hambre. Con leer un poco de su historia se ve que sus últimos años no han sido fáciles. La guerra, el horror del khmer rouge, los años vietnamitas, la posterior guerra civil. Y hoy, aunque el país va hacia arriba, se ve que es aún la cenicienta de la zona.


Bueno, pues de aquellas hambres estas ansias de conservarlo todo. La preocupación lógica por el “quien sabe lo que pasará mañana”. Como nuestros abuelos, que en su santa sabiduría, se negaban a tirar nada de comida.


Además los frigoríficos siguen siendo algo desconocido en los mercados y en el 90% de las casas khmer.



Así que es imposible andar 10 metros por una calle camboyana sin encontrar algún alimento secándose a pie de acera.



Foto; Los chorizos del dueño de la Lavandería.


Y si entras en una casa es lo mismo. Rápido te asalta el olor acre del pescado fermentando o de un daikón en laminas que se comienza a escabechar.



Da lo mismo que sea un pueblo, o un boulevard centrico de Phnom Phem, o una zona residencial o un barrio de chabolas.


La conserva, el pickle, la salazón, el embutido o el secado... nada tiene secretos para las amas de casa camboyanas. Que ha sobrado un filete, pues se seca en la acera sobre una esterilla de bambú. 3 plátanos maduros que va a haber que tirar, nada de eso, córtalos por la mitad y al sol. Los pescados lo mismo, los pepinos a fermentar, los cangrejos en sal, el pescado... de mil maneras...


Así que las calles son alacenas improvisadas donde hay que caminar con cuidado y mil ojos, no le vayas a estropear la cena a la señora Visna.


Y debo reconocer que ver esas yucas, los filetes, los pescaditos, el chorizo y el resto de arroz del mediodía, ocupando las aceras, me hace ponerme tierno y alegre a la vez. No se porque.

EL QUE TIENE BOCA...



Foto; El plato que me comí...

 
Tenía pensado escribir de otras cosas, de platos que comí o lugares que visité.


Pero el día de ayer merece un post especial.



Yo soy una persona de lo más normal. Pero a veces me ocurren cosas que si las pones en una película no te las crees.


Ayer me vine a Kompong Cham, una ciudad de provincias acostada al lado del Mekong. Un poco dormida, polvorienta y en mitad de ningún sitio.

Pero con fama de tener unos alrededores muy bonitos.

Así que está mañana me cogí una bici y me dispuse a hacer una buena ruta.

Hice unos 60 kilómetros increíbles. No encontré un solo extranjero en todo el recorrido. Y era verdad que la visita merecía la pena.



Cruce el Mekong por el Puente de Bambú, atravesé la isla de Koh Pen entre casitas sobre pilotes, gente que no paraba de saludarme, maizales y secaderos de tabaco. Muy bonito.

Después volví a encontrarme con el Mekong, que en este punto debía superar el kilómetro de anchura. Acuclillado bajo un barco varado, con unos pescadores, esperé mucho tiempo hasta que un barquillo de metal nos cruzó al otro lado. A mi bici y a mi.


Y luego seguí orillando, pasando templos, saludando a más gente, riéndome y atascándome en varios mares de polvo.



En un chamizo 6 o 7 zagales me invitaron (obligaron) a beberme un buen vaso de un brebaje marrón, parecido al ron ,pero muy dulce.


Seguí envuelto en polvo hasta un cruce de caminos frente a un puente de madera.


Cuando de repente vi a mi derecha una especie de fiesta. Música, mesas preparadas para un banquete, gente vestida de blanco, olor a comida.



Tate, una boda!”. Con lo que a mi me gustan los bodorrios.


Estaba deshidratado y con una capa de limo en el gañote, así que pasé de largo 20 metros y me bebí una cervecita en un puestín.


Y luego, ni corto ni perezoso, sabiendo que la (a)ventura hay que buscarla, me volví para la boda.



Rápido un muchacho alegre me salió al encuentro y me invitó a pasar. Yo llevaba la cerveza y el ron en el cuerpo, y además el buen rollo de haber saludado a 600 niños y 300 familias.


Así que entré en el recinto campechano y sonriente. “Susdai!”, “Sok so bai!”, repartiendo saludos a diestro y siniestro.



Como un elefante en una cacharrería...



La verdad es que todo el mundo parecía muy feliz. La música atronaba y todos me recibieron como a Mr Marshall...


El chico me invitó a comer. Yo me hice de rogar un par de segundos y dije, venga, vale.



Pero antes de sentarme hice otra ronda de saludos, fui al lugar donde cocinaban, fotografié al cocinero, abracé a un par de despistados y me volví a la mesa.


Foto; Los perolos del convite.


 
Allí el anfitrión me trajo un plato inmenso de Nom Bam Chouk Kary Yang. Una delicia de noodles con salsa de curry de pescado.



Y entonces llego el momentazo.


Enhorabuena por la boda, donde están los novios”, dije yo alegre.

Y el muchacho respondió, también alegre.



No, no hay novios. Es el funeral de mi abuela, que murió hace un par de días”...

Os podéis imaginar mi careto. Allí sentado, con la boca llena de noodles y chiles, el buen rollo que se me salía por las orejas, y la difunta de corpore insepulto en el piso de arriba...

Por la puerta grande...

Que hacer? Que decir? Seguir comiendo...

Puse cara de circunstancias y le hablé de mi abuela muerta, y lo mucho que la extrañaba.



El me vio tan apurado, que rápido me explicó que en Camboya es tradición velar un par de días a los muertos y después hacer una especie de fiesta para despedirla.



Entonces no iba tan desencaminado con la alegría general!! Era una fiesta de regeneración!! El ciclo interminable de la vida, el eterno retorno!!

Y allí me quedé, comiendo noodles, charlando con 15 personas que me rodeaban, royendo unas galletas muy ricas, dejando que un tío muy majo tirara fotos con mi cámara y explicando por dibujos donde estaba mi casa y mis amigos y mi familia y mi sobrino Germán.


Y eso fue todo.


La primera vez que confundí una boda con un funeral.



Por cierto los noodles han sido los mejores que he comido en toda Camboya.

Estaban de muerte... glups...

LA VENDEDORA DE NOODLES



Hacía mucho calor. Crucé el Mekong en un ferry, y enfrente de Chau Doc me encontré con las comunidades Cham. Musulmanes vietnamitas. Gente amable y cariñosa. Noodles y nada más. El negocio diario. Fijaos que cara más maja tiene...

UN DIA DURO...


Foto; La amiga Mai y sus proverbiales Banh Mi.


Hoy ha sido un día duro para mi.

Con la necesidad de probar cosas a veces se me va la mano... Cosas del directo. Menos mal que soy un tirillas si no...

Esta mañana me fui a las 7 al Psar Thmei, el mercado central de Phnom Phem. Allí me desayuné un bol de Ka Tieu, unos noodles de arroz en sopa, sabrosos y contundentes.

Estaba ya satisfecho cuando me encontré con Mai, una mujer vietnamita que prepara los mejores bocadillos de este lado del mundo. Como no podía rechazarlo me comí medio bien cargado.

Después un café con hielo que una amiga suya me ofrecía con ojillos alegres.

Eran las 9 y volví al hotel dispuesto a trabajar un poco y volver a irme para hacer alguna investigación. Con la mala suerte que antes de salir, en el hall, me encontré con una de las chicas que allí cocinan.

Estaba limpiando flores de calabaza, maíz, taro... me acomode a su lado y pregunté que pensaba preparar. “Samlor Projao” me respondió, una sopa típica khmer.

Pedí permiso y la acompañe a la cocina. La vi cocinar, me reí, se rió y chapurreamos palabras en khmer e inglés.

Cuando terminó me lleno un bol imperial de sopa. Calabaza, chayote, tajadas de pescado... Ahhhhhhhhhhh! Yo no podía más, pero tampoco podía decirle que no.
Así que como un niño bueno me senté con mi perolo de sopa. Si ella me ha abierto su cocina, lo menos que puedo hacer es comérmelo, no?

No se porqué, pero me acordé de Mafalda...

A las 6 tengo que ir a un restaurante a ver como cocinan...





Foto; Los noodles de la mañana...

OP LA, un desayuno en Saigón


Escondido en una rincón cualquiera, en la esquina de un pequeño callejón de Saigón se encuentra Hoa Ma Quan, un pequeño local de desayunos.
Su especialidad es el Op La, una sartén de huevos fritos y carne, y unos suculentos y creativos bocadillos.

Los 6 o 7 trabajadores del local están realmente atareados a las 9 de la mañana, cuando yo llego. Y no paran de moverse entre las pocas mesas metálicas que tienen.

Se ve que es un lugar popular, porque las pocas sillitas bajas, de plástico, están todas ocupadas, y la riada de clientes no se para. En cuanto una mesa es desocupada una nueva pareja se acomoda y realiza su pedido.

En la pequeña cocina, un par de mujeres mayores, con cara de pocos amigos, preparan bocadillos sin parar. Se ve que es una de sus especialidades, porque son muchas las personas que esperan, con sus motos encendidas, para llevarse sándwiches en bolsas de plástico.
De paté, mayonesa, cabeza de cerdo, salchichas, lechuga, cilantro, pepino, salsa de soja, jamón... el famoso Banh Mi de Saigón, posiblemente uno de los mejores bocadillos del mundo (con permiso de los bocatas de calamares de la Plaza Mayor, claro).

Pero la estrella es el Op La, una sartén de huevos fritos, con trozos de salchicha y charcutería, aros de cebolla y cebolleta salteados... y de compañera una baguette crujiente y ligera con la que mojar y pringar en el plato.

Un atentado contra las arterias, un chute de colesterol.

Pero está tan bueno, que no está de más perdonarse de vez en cuando, y sentarse a darse un homenaje sin demasiado sentimiento de culpa.

Yo si lo tuve. El remordimiento digo. Porque fue un día duro gastronómicamente hablando. Op La para desayunar, Curry de Pollo a media mañana, y una cena con Thit Kho (cerdo guisado con huevos y agua de coco), sopa de Taro y gambas, y flores de nosequé salteadas. Pero lo pagué corriendo y haciendo abdominales...

Como digo el Op La está delicioso. Los huevos poco hechos, pero con puntillas en los bordes, los trozos de charcutería sabrosos y variados (hasta 6 clases diferentes), y la barra de pan, con harina de trigo y arroz, es tan ligera y crujiente que dan ganas de pedir 2...

Y para aligerar un encurtido de zanahoria y daikón bien agrio y un buen chorro de salsa de chile. Al lado, una tetera de té de jazmín sin azúcar.

Me he encontrado tan a gusto esta mañana desayunando, que me ha parecido estar en la gloria. Hasta me ha gustado el ruido de las motos, la polución, el calor que ya empezaba a derretir el asfalto.

Y me he quedado un buen rato tomando fotos, sonriendo a una mujer muy simpática que me hacía ojillos, y bebiendo sorbitos de té calentito. Sin decidirme a hincarle el diente a tamaña obra de arte.

Podéis encontrar puestos de Op La por toda la ciudad, normalmente los mismos donde sirven Banh Mi. Pero este está en 53 Cao Thang, en el distrito 3.

Para los remilgados, esos que dicen “que como en casa no se come en ningún sitio”... este es un plato reconocible y que seguro apreciaran...

Me voy al Delta!!

ADICCIONES VIETNAMITAS 1




Me he propuesto escribir dos veces por semana en el blog, y lo pienso cumplir. Pero estamos a viernes y todavía con estos pelos...(esto último es figurado claro...)

He llegado a Saigón después de unos días de sainete. Solo a mi se me ocurre coger el camino difícil y largo. Me recuerda a los nepalíes, que cuando tienen que elegir entre subir una cuesta o no subirla... siempre, siempre tirarán para arriba... Verdad Anna...

Bueno, pues en lugar de tomar la carretera de la costa decidí subir hacia las montañas.

Y me fui en una tartana horrible, infinitas horas de viaje en una lata de sardinas. Pero tuvo sus recompensas. Llegué a Pleiku, y de allí a Buon Ma Tuot, y fue curioso, pero no encontré ni un solo guiri en varios días. Ni tampoco casi nadie que hablará inglés. Estuvo bien. Lo que mas gusto en aquellas tierras fueron mis pelos de las piernas. Asombraba ver a mucha gente mirándome las canillas. Y es que hay que reconocer que a piernas bonitas, pocos me superan.

También di mucho miedo a algunos niños. Esto no lo comprendo.

Después de 4 semanas dando tumbos por Vietnam ya he conseguido ser adicto a varias cosas que me hacen sentirme casi como en casa.

La primera adicción es el café. Y mira que yo no soy nada cafetero. Todo lo contrario, soy amante declarado y fervoroso del té. Verde y sin azúcar si puede ser. Pero, pobre de mi, de repente he encontrado el café vietnamita, y su manera de tomarlo. Su café es fuerte y muy aromático, normalmente tostado y molido con granos de maíz.

Aunque también está el reputado café de comadreja. Si, ese que dan a comer a esos animalillos, y después de ca...lo, pues lo limpian, secan y tuestan. Tiene un aroma y sabor especiales. Yo lo probé hace unos años y estaba bueno...



Yo siempre pido un “café sua da”, es decir un café negro con leche condensada y mucho hielo. Lo que nosotros llamaríamos un café bombón. Algo que en España es una manera poco habitual de tomar el cafetito diario, aquí es la norma.
Un pedazo de vaso lleno de un líquido espeso, que más que a café sabe a caramelo... Para morirse de gusto... A veces pienso en el brebaje que algún día tomo en mi barrio con los churros y me dan ganas de llorar...

No puedo pasar sin el. Hasta que me di cuenta, claro, que mis problemas para dormir no venían de otro lugar sino de este brebaje. Ahora ya solo tomo uno cada dos días. Y muy de mañana...

Pero es que está muy bueno. Además, al igual que comer en la calle, es sobretodo un acto social.

En Vietnam están enamorados de su café fuerte e intenso, y también de reunirse en torno a uno con los amigos, para charlar, jugar a damas o dejar pasar el tiempo. Los cafés son realmente animados en cualquier hora del día, pero especialmente a primera hora de la mañana, y también cuando el sol se va retirando.
Es barato, rico, agradable, y se pueden aprender un buen montón de cosas sobre el pueblo vietnamita.

No dejéis pasar la ocasión si venís por aquí.

Recordad;

Cafe Sua Da- Café con hielo y leche condensada. Predomina el café.

Bac Xiu- Lo mismo, pero más leche que café.
Besos y abrazos desde el sur de Vietnam. En unos días cruzare al país de los Khmeres!!


BUN CHA, ¿Arde Ha Noi?


Foto; el ventilador, las brasas, la parrilla, y la dueña...
Son las 11 de la mañana en Hanoi. La calle está colapsada, caótica, en ebullición. Como casi siempre. De repente el humo comienza a salir de las callejas, de los rincones, de decenas de pequeños hornillos de carbón encendidos a ras de suelo.

El aire, viciado por el humo de las motos, comienza a llenarse del aroma delicioso de la carne asada.
Parece que Hanoi a comenzado a arder... ha llegado la hora del Bun Cha...

Aunque el Pho se lleve la fama, la autentica “estrella” de la comida callejera de Ha Noi es el Bun Cha. Especialmente a la hora de comer.

Un plato extraño y delicioso. Albóndigas de carne de cerdo y magro marinadas, cocinadas a la brasa, servidas dentro de un bol con salsa de pescado diluida y trozos de papaya y zanahoria encurtidos.

Al lado se sirve el omnipresente plato de hierbas aromáticas, un buen montón de noodles fríos y cuencos con chile y ajo picados.
Como en tantos platos vietnamitas “la manera” de comerlo es realmente importante. En este caso se adereza el caldo con ajo y guindilla, y se sumergen noodles y verduras aromáticas. Así se pueden ir comienzo pedazos de albóndiga o magro, junto con fideos, encurtidos y hierbas. Todo templado.

Foto; un rico bol de Bun Cha.

Personalmente este es uno de los platos que más me gustan de la cocina del norte de Vietnam.

Es la hora de la comida, y los locales comienzan a llenarse. A ras de suelo los clientes esperan hambrientos e impacientes. Los camareros comienzan a trajinar entre las mesas.

Acuclillado, el dueño se afana en avivar las brasas ayudado de un viejo ventilador. La gran humareda y el olor delicioso son el mejor reclamo para los transeúntes de la calle.

Es un autentico placer sentarse a compartir el almuerzo en un puesto de bun cha. Los noodles ligeramente gomosos, la carne dulzona y especiada, el caldo con ajo y chile... Los vietnamitas sorben fideos de un modo curioso y a menudo comparten su bun cha con un plato de Nem Ram, los rollos de carne de cangrejo fritos. El modo de comerlo es el mismo.

Si venía a Ha Noi no dejéis de comer esta especialidad!

Ahora estoy por el centro de Vietnam. Mañana marcho hacia las montañas del centro, a visitar a los “montagnards”.

Abrazos a tod@s!!